sábado, 11 de julio de 2009

Agustín Salgado reedita «La Grama»


La novela narra la muerte en agosto de 1936 por los fascistas, de ocho campesinos socialistas y comunistas , de un pueblo de Salamanca, asesinados algunos en el encinar de La Orbada y fusilados otros en las tapias del cementerio salmantino. Sin otro afán que el de dar testimonio de su alevosa muerte y el de recuperar sus nombres para la historia.

Agustín Salgado nunca ha ocultado sus ideas y sus verdades. Ha ido trabajando durante todos estos años en el silencio de las bibliotecas y los archivos, donde ha jugado una inexorable partida de ajedrez con los documentos de aquella época, hasta conseguir el jaque mate perfecto a la infamia y la mentira ocultadas tras muchos años de dictadura.

Para recuperar la memoria histórica de un pueblo, el autor, mediante conversaciones con las personas que sufrieron en sus carnes los acontecimientos aquí narrados y novelados, ha llegado a saber la verdad de quien hizo aquellos disparos en las últimas horas de la tarde de aquel 8 de agosto de 1936 que desencadenó la cruel matanza de ocho campesinos a manos de cuadrillas fascistas.

La Grama fue publicada por primera vez en 1981, de la mano de Plaza y Janés, un mes después del golpe de estado del 23-F, y reeditada en 2001 por Edit. Alcayuela de Salamanca, con una introducción de la Profesora de la Universidad salmantina, María Luisa García-Nieto i Onrubia, de la que anotamos una síntesis de su acertado estudio .

“ Entre La Grama de 1981 y la de la presente edición surgen notables diferencias. La versión inicial era mucho más breve : algunos personajes no habían sido diseñados con el rigor o matices que alcanzan en esta segunda y definitiva edición . El sustrato histórico, en 1981, adolecía de imprecisiones, de zonas oscuras. El telón de fondo aparecía desteñido y velado por la bruma que envolvía los acontecimientos de aquella historia de sinrazón y ceguera .

Pero Agustín Salgado, con paciencia y tesón ha exhumado documentos, mudos pero esclarecedores testimonios del pasado en el Archivo Municipal de Pedroso, con los que el rompecabezas de incógnitas e interrogantes va encajando pieza a pieza. Y ha mantenido conversaciones con personas que vivieron muy en carne viva los hechos novelados. Con este nuevo bagaje , el autor reescriba La Grama , conocedor privilegiado de la verdad de aquellos hechos y notario doliente de la injusticia.

Un disparo en la alameda de El Pedroso sobresalta el aire dormido de la tarde del día 8 de agosto de 1936 . Al pueblo llegan un telegrama expedido en Salamanca y firmado por el Comandante Militar de la placa , General Cabanillas. En él se anuncia la llegada de los cuadrilleros azules de la muerte que harán su aparición al amanecer del día nueve.

Y llega el vendaval destructor hasta la tierra agrietada de Pedroso, cuando los representantes de la sacrosanta tradición taponan las salidas del pueblo y éste queda convertido en una jaula, en trampa mortal, para que los cazadores de izquierdistas, con el sol del nuevo día en la cara, puedan apresar a sus víctimas. En la tarde, el camión, con su carga de hombres camino del matadero, va dejando atrás las casas de Pedroso, y los caminos, y los campos segados, y las familias. Y la vida entera. Obligados por sus verdugos, los campesinos van entonando el réquiem más triste jamás cantado, impuesto canto mortuorio, preludio del cercano desenlace. La tensión dramática va aumentando a medida que se desgrana el funerario cántico, merced a la técnica narrativa utilizada que intenta reproducir la angustia creciente de los presos y la del propio escritor.

Ya en la atardecida, otros disparos rasgan el reposo sosegado del encinar de La Orbada, pueblecito cercano a Pedroso. Y allí quedan rotos los cuerpos de cuatro campesinos de izquierdas. Otros cuatro serán fusilados contra las tapias del cementerio de Salamanca .

El mensaje nos llega a través de un lenguaje que el novelista no aprendió en los libros. Fue su vehículo comunicativo desde la infancia, bebido y paladeado directamente en el manantial del medio rural -en el que nació y vivió, y aún vive– en ese rico caudal de matices del léxico de los pueblos castellanos.

Absolutamente nítido se nos revela el título de la novela, que brota varias veces a lo largo de las páginas: la grama , de tallo rastrero se identifica simbólicamente con el odio. El odio, siempre, sembrado en los entresijos de los hombres, devastador y asesino. El odio desbordado en Pedroso, en España entera ,en un país donde los tañidos de campanas se oyeron durante mucho tiempo.

Aquel largo tiempo de piedra, con toda la noche en los ojos y silencio en el alma. “

El 4 de junio de 1978 se recuperaban del encinar de La Orbada (Salamanca) los restos de los cuatro campesinos asesinados. Fueron enterrados en el cementerio de El Pedroso, Los cuatro restantes, fusilados en el cementerio de Salamanca , fueron a dar a una fosa común.

En el pasado verano del 2007, y promovido por la Fundación para la recuperación de la memoria, que preside el catedrático de la Universidad de Salamanca, don Santiago López, fue colocada una placa con los nombre de los centenares de salmantinos fusilados y enterrados en la fosa común. Al acto asistimos varios cientos de personas, entre los que se hallaban hijos y nietos de los asesinados y fusilados. Sólo una profunda emoción y el intenso recuerdo hacia aquellos hombres, socialistas y comunistas, que lucharon por una España más justa, más digna, más libre.

Breve biografía de Agustín Salgado

Agustín Salgado nace en Arabayona (Salamanca). Cursa bachillerato en los Hermanos Maristas y fray Luis de León (Salamanca) para acabar siendo Licenciado en Filología Hispánica. Su casa de Arabayona y la ciudad de Barcelona comparten actualmente su residencia.

Sus primeros relatos aparecen en Ínsula (Madrid). En 1969, a raíz de la prohibición por censura de su relato «Las palabras y las moscas» comienza a publicar en México, en la Revista El Cuento, en la que ve la luz el relato prohibido.

LIBROS PUBLICADOS

Poesía:

La señal de las palabras (1969)

La espiga y el barro (1972)

Poemas de otoño (1998)

Relatos:

El ábrego y otros vientos (Méjico, 1972)

Memorial de vientos (1991)

El habitante del aire y otros prodigios (2002)

Novela:

Trilogía: Las Tierras

Tierra desolada (1974)

El Horcajo (1976)

Las brasas (1976)

La Grama (1981, 2001, 2008)

Actualmente esta novela ha sido reeditada por Ediciones Dédalo en su versión revisada y definitiva. Es autor a su vez de varios ensayos históricos, y tiene en preparación el libro El Pedroso y el Censo Perpétuo de Gonzalo de Ovalle y Ana de Solís.

PREMIOS

Premio De Cuentos Caja de Ahorros de León (1972)

Premio Cáceres de novela corta (1974) con la novela Tierra desolada, publicada bajo silencio administrativo después de estar prohibida enteramente por la censura.

I Premio Iberoamericano de Cuentos (Méjico, 1975) con Las apariciones.


Artículo publicado por "La Voz de Salamanca" el 22 de Enero de 2008.

jueves, 9 de julio de 2009

La Guerra Civil en la comarca de Ciudad Rodrigo

Santiago López y Severiano Delgado Cruz

La memoria de los hombres es selectiva y se oculta a sí misma los hechos. A los pocos días de un suceso sus protagonistas y los observadores ya han variado su interpretación, y después de unos pocos años la realidad queda desdibujada. Con el tiempo las dudas asaltan por doquier y la memoria se revela indómita. Nuestra capacidad de recordar está hecha para permitirnos sobrevivir, nuestra memoria no es una perfecta evocadora del pasado, aunque estemos convencidos y digamos aquello de "yo lo viví". Al final, lo importante de cada una de nuestras vidas para nosotros mismos no es como sucedió, sino como nos lo vamos contando por la noche, poco antes de cerrar los ojos y dejar que el sueño intente reparar los quebrantos del día. Por la mañana aparecerán los mitos, las leyendas, las tradiciones, las coplas, los cuentos y los héroes. Todos son imágenes de una realidad perdida, imágenes que conforman una nueva realidad y que nos permiten mantener la mente serena para seguir viviendo.
Nuestro trabajo como historiadores es buscar el documento, que es la huella de la noticia, el registro seco del acontecimiento. El apunte de la entrada de un cadáver en el libro del registro del cementerio, la página del tomo de defunciones en el registro civil, la relación de presos que entran y salen un día de la prisión, las holandesas mecanografiadas de los procesos judiciales, las facturas de los hospitales, las deudas del ayuntamiento con los hoteles por el cobijo dispensado a los refugiados, el informe del policía sobre un delito y los huecos y tachaduras, todos ellos forman un puzzle con piezas mal puestas y llamativos vacíos, pero un puzzle que es, tan sólo, el que se puede probar. Así es el método histórico.
En el presente estudio hemos utilizando las fuentes de los archivos. Siempre faltan archivos por ver, por eso el puzzle no termina, así que esta historia está incompleta. Pero no lo está por que no contemos lo que los recuerdos de la gente tiene en sus memorias, esos recuerdos de poco valen si no se encuentra el papel, y un papel en el archivo, un papel público que todo ciudadano pueda consultar.
Creemos que una investigación específica sobre un pueblo de mediano tamaño, 10.000 habitantes en Ciudad Rodrigo y unos 60.000 en toda su comarca, puede alumbrar sobre el calibre de los acontecimientos que se desataron tras el frente de guerra y que tienen que ver directamente con la represión política en la zona nacional.
El calibre de los acontecimientos que se desarrollaron en este pueblo pueden considerarse como mínimos en comparación con la mayor parte del territorio, por eso creemos que puede valer para entender lo que sucedió en todo el territorio nacional. Estimamos que sólo un dato ya es esclarecedor. Una vez acabada la guerra civil se abrió el proceso judicial para la depuración económica de las personas que habían sido contrarias al régimen de Franco. Aquel proceso partía de la documentación que se tenía de los juicios militares (juicios por rebeldía militar) y civiles (juicios por motivos políticos) anteriores. Al final se iniciaron 120.000 expedientes judiciales sólo por motivos económicos. Estas 120.000 personas en la mayoría de los casos sufrieron tres juicios y en este tercer proceso muchos se encontraban encarcelados o ya habían sido ajusticiados ilegalmente (la propia administración no tenía noticia de su asesinato hasta que iba contra sus bienes). Para poder iniciar las causas se utilizaron las informaciones de los juicios anteriores y todos los documentos incautados a todo tipo de asociaciones y grupos políticos. Se creo un servicio especial para recabar esta información en la ciudad de Salamanca (el actual Archivo de la Guerra Civil) donde se llegó a alcanzar la cifra de dos millones de nombres sospechosos.
1. La Ciudad Rodrigo Frente Popular
El triunfo del Frente Nacional el 16 de febrero de 1936 condujo a una renovación de los Gobernadores Civiles. Esto permitió al nuevo Gobierno de la nación revocar las suspensiones que pesaban sobre muchos concejales de partidos de izquierdas. Los munícipes habían sido apartados por sus actitudes revolucionarias durante los acontecimientos de 1934. En Ciudad Rodrigo la victoria del Frente Popular no se plasmó hasta el día 27 de febrero. Ese día se cambió el status de fuerzas en la corporación municipal y el alcalde, Juan del Valle Santamaría, fue relevado. Él no quiso participar en aquella transición de una a otra corporación, así que sería Eugenio Pérez Hernández, con el apoyo de Salustiano Martín Villalpando, Félix Martín Moro y Ramón García Sánchez, todos ellos de la anterior corporación, los encargados de dar legalidad al cambio.
La nueva corporación nombró a Manuel Martín Cascón como alcalde y a Aquilino Moro Ledesma, Francisco Oliver, Santiago González de las Iglesia y Eugenio Cerezo Hernández como los principales cargos. Además de ellos cinco el decreto del Gobernador permitió a José Montejo Hernández, Ángel Grimaldos Múgica, Ángel Herrero Cascón, Pablo Santos Sánchez, Vitoriano Gómez Hernández y Ángel López Delgado entrar en la nueva corporación.
El nuevo ayuntamiento se reunió el 4 de marzo y retomó los asuntos que se venían discutiendo desde principios de año: las obras de Telefónica, la parcelación de los terrenos cercanos, las obras en la ciudad encaminadas a paliar la situación de paro obrero y como en toda España tres temas conflictivos: el cambio de nombre de algunas calles, la educación religiosa y la reforma agraria.
Una de las primeras decisiones fue reponer el nombre a la calle Pablo Iglesias. La anterior corporación la había cambiado por la de Ramón y Cajal. A su vez, la Plaza del Conde pasaba a ser la Plaza de Ramón y Cajal. Un mes más tarde, el 5 de abril se hizo un acto institucional para oficializar el cambio de nombres y se puso una placa conmemorativa en honor de Pablo Iglesias. Durante el acto los alumnos del seminario lanzaron proclamas contra el Gobierno y los grupos que formaban el nuevo ayuntamiento. La situación acabó en altercados y detenciones. El 17 de abril se detuvo a cinco personas (Isidoro Sánchez Moro, Juan Agustín Calzada Hernández, Herminio Honorio Gómez Almaraz –puestos en libertad el 10 de mayo- , Manuel Domínguez Rodríguez –puesto en libertad al día siguiente- y Juan Manuel Iglesias Paniagua –puesto en libertad al día siguiente-). Esta primera confrontación dio origen a otras protestas, que se unieron a las dificultades puestas por las nuevas corporaciones en algunos pueblos para celebrar las procesiones de Semana Santa y el Corpus.
Aunque los motivos aparentes eran las disputas religiosas y políticas el verdadero asunto que estaba enfrentando a unos y otros era la reforma agraria. Poco antes, a finales de marzo, el nuevo Gobierno se había reunido con un buen número de representantes de delegaciones municipales para informarles de los proyectos que se iban a llevar a cabo en materia de reforma agraria. A aquella reunión asistieron los representantes de Ciudad Rodrigo. A su regreso el ayuntamiento se reunió el 3 de abril para informar que la Junta Provincial de Reforma Agraria ya había destacado a Ciudad Rodrigo dos ingenieros que habían visitado las dehesas de "El Valle" y "Conejera". La reforma parecía que se abría camino con velocidad. A la siguiente semana se inició la revisión de otras dieciocho fincas para iniciar los asentamientos. El alcalde pidió a aquellos de sus vecinos que tuvieran la condición de campesinos sin tierra que se apuntaran en el censo, el cual llegó a tener cerca de los 7.000 miembros, la mayoría a título individual pero también había cooperativas y agrupaciones más o menos relacionadas con los sindicatos.
Aquello suponía un cambio notable en el régimen de explotación y tenencia de la tierra, el elemento esencial en una sociedad eminentemente agrícola y en la que la propiedad de la tierra implicaba todo aquello que no era simplemente malvivir. Sin embargo, la anhelada entrada en las fincas no se produjo de forma inmediata. Es más, los concejales de izquierda del consistorio se enfrentaron entre ellos y se dividieron, no tanto por grupos políticos sino por inclinaciones personales respecto a cómo y cuando debían hacerse las entregas. Tal y como reflejan las Actas del Ayuntamiento algunos miembros de Izquierda Republicana y de la minoría Socialista; Eugenio Cerezo, Vitoriano Gómez y Pablo Santos con José Montejo Hernández al frente, decidieron el 17 de abril presentar su dimisión, porque a su juicio la Junta Provincial de Reforma Agraria no llevaba con la celeridad debida los expedientes "lo que paliaría de manera eficacísima la gran crisis de trabajo que viene azotando a la humilde masa campesina de esta población." Entre los socialistas también aparecieron voces disidentes y Santiago González de la Iglesia optó por unirse a la petición. Por el contrario Ángel Grimaldos Múgica criticó a todos ellos por tomar la decisión más fácil en tiempos tan difíciles. Aquilino Moro Ledesma apeló a la unión de los republicanos para mantener el ayuntamiento y por fin el alcalde tomó la palabra para poner a cada cual en su sitio.
Manuel Martín Cascón explicó que los expedientes de "Conejera" y "El Valle" habían sido tramitados el día 14 de abril por el Instituto de Reforma Agraria de Madrid, así que el Gobernador Civil debía de estar a punto de dar la orden de entrada. Los miembros de Izquierda Republicana decidieron que posponían su dimisión al día 21, pero que si en ese día las cosas seguían igual, entonces sería una decisión irrevocable. La corporación entera resolvió que presentaría la dimisión como comisión gestora al Gobernador Civil, aunque sabían que la respuesta sería negativa, sin embargo esperaban que ello sirviera para acelerar los trámites. Pero antes de que llegara el día 21 el Gobernador Civil había dejando bien claro que la estrategia de invadir las fincas sin esperar al dictamen del Instituto de Reforma Agraria significaba que los ocupantes quedaban excluidos del reparto legal ulterior.
Al final del mes las entradas en las fincas se estaban ya planificando para iniciar los repartos. Las expectativas que se habían creado con la capacidad de algunas dehesas para mantener un buen número de trabajadores del campo, como era el caso de "El Valle", se vieron reducidas y hubo que recurrir a la recolocación de algunos jornaleros en otra fincas.
José Montejo volvió a utilizar el descontento y los retrasos para pedir el voto de censura contra el alcalde, acusándole primero, de que el mismo alcalde le había censurado a él en su agrupación política, segundo, que el alcalde había hecho gestiones ante la Junta Provincial de Reforma Agraria para que se excluyeran las fincas "Pascualarina", "Tejadillo" y "Valmaqueda" y tercero, que Manuel Martín había solicitado la excarcelación de los detenidos por los acontecimientos de la placa de Pablo Iglesias. Ante las acusaciones la corporación decidió abrir una investigación. A mediados de mayo se comprobaba que las dos acusaciones de prevaricación contra Manuel Martín Cascón eran falsas.
Durante los primeros días del mes de mayo se mantuvo el compás de espera. Pero el día 10, con la salida de la cárcel de tres de los detenidos por los sucesos de abril antes citados en relación a la placa en honor de Pablo Iglesias, el malestar fue en aumento y terminó derivando en un enfrentamiento el 12 de mayo, en el cual resultó muerto accidentalmente por arma de fuego un barrendero. El 13 de mayo se detuvo a Carlos y Manuel Domínguez Rodríguez acusándoseles de aquella muerte y de provocar lesiones a varios vecinos. Junto a ellos se apresó a dieciséis personas más que fueron puestas en libertad inmediatamente. Ese mismo día tuvo lugar en Ciudad Rodrigo una huelga general. En las jornadas siguientes continuaron los encarcelamientos por desórdenes y tenencias de armas.
Tras estos incidentes parece que en Ciudad Rodrigo no hubo mayores disturbios, aunque el Gobernador Civil, siguiendo instrucciones generales para toda España, seguía requisando las armas de todos los ciudadanos para evitar conflictos como los de mayo en Ciudad Rodrigo. Aunque, desgraciadamente, carecemos de la información del Gobierno Civil que podría o no confirmar este extremo. El mes de junio aparece hoy por hoy como un mes de calma. Los estudios para la Reforma seguían su curso y las protestas habían cesado. Por fin, el 15 de julio se iniciaron las entradas oficiales en las fincas, tal y como la Junta Provincial de Reforma Agraria indicaba. A juicio del alcalde las fincas de "Palomares", "San Miguel de Caldillos" y "Casablanca" eran excelentes para los fines de la Reforma Agraria.
Ciudad Rodrigo se convirtió en uno de los lugares más importantes para ensayar la reforma agraria que pretendía el Frente Popular. Extremadura, Toledo y Salamanca eran las provincias principales de la nueva reforma, y dentro de Salamanca destacaba Ciudad Rodrigo con 22 fincas, 1.152 asentados previstos de un censo de casi 7.000 braceros y pequeños propietarios y arrendatarios. Sin embargo la reforma no se llevó a cabo cinco días después todo habría acabado.
2. Ciudad Rodrigo en armas
El levantamiento de los militares pasó de ser un rumor a una noticia preocupante en la tarde del 18 de julio. Con las ultimas luces del día quedó clara la decantación del gobierno militar en la provincia a favor de los sublevados. Hasta aquel momento los dirigentes izquierdistas no se habían movilización contra el golpe. En Salamanca su alcalde Prieto Carrasco, el Diputado a Cortes socialista José Andrés y Manso y el propio Gobernador Civil decidieron iniciar la resistencia civil. La Casa del Pueblo y la Diputación Provincial fueron los lugares elegidos para organizarse. La prioridad era reunir el mayor número de armas posibles. Su plan era resistir en la capital apoyándose en los obreros de los barrios, en especial de Pizarrales, y de pueblos muy cercanos como Tejares. A su vez era vital mantener Ciudad Rodrigo y los pueblos al norte de Miróbriga para tener una línea de retirada hacia Portugal.
Andrés y Manso dio una de las escasas pistolas a su secretario y brazo derecho Antero Pérez Rodríguez, presidente a su vez de las Juventudes Socialistas Unificadas de Salamanca, y le envió a Ciudad Rodrigo.
Antero llegó ya de noche. Manuel Martín Cascón ya había dado los primeros pasos siguiendo las consignas que emitía Unión Radio desde Madrid: reunir armas y automóviles e intentar tomar los cuarteles de la Guardia Civil. El Ayuntamiento fue por unas horas su cuartel general. Allí constituyeron una célula de resistencia junto con Aristóteles González Riesco (gestor de la Diputación Provincial), y Domingo Hurtado Martínez (presidente del Partido Comunista en Ciudad Rodrigo). También se les unieron otros miembros del consistorio o que habían apoyado en las elecciones al Frente Popular, como Joaquín Gaite Veloso (director del Instituto de Segunda Enseñanza), Luis Sánchez Rivera (agente de vigilancia), Vicente Repila Tetilla (carretero), Aquilino Moro Ledesma (sastre) y Emilio Calvo Vallejo (alpargatero).
Su intención era defender Ciudad Rodrigo del avance que vendría por la carretera de Salamanca, si se confirmaba la caída de la capital. Con este propósito intentaron montar la defensa del pueblo y proteger la retirada hacia Saelices el Chico, donde Eusebio Garduño Alonso y Martín Cenizo Calderero habían organizado la retaguardia. Entre Saelices y Ciudad Rodrigo, Epifanio Cejudo Cejudo, cartero del primero de los pueblos, iba y venía para coordinarlo todo. Desgraciadamente las obras de Telefónica no se habían concluido. Más al norte, también el alcalde de Villar del Ciervo, Angel Lorenzo Bajo, estaba preparado para cortar la carretera e impedir el paso a los insurgentes, era el último punto de resistencia antes de intentar escapar por Aldea del Obispo a Portugal.
Aquella misma noche intentaron convencer al comandante del puesto de la Guardia Civil para que les entregara las armas procedentes de las incautaciones que ésta había hecho en los meses anteriores por orden del Gobernador Civil. El comandante se negó, pero tampoco inició ningún movimiento contra ellos. El alcalde, Manuel Martín Gascón, confiscó todos los vehículos de tracción mecánica para traer milicianos de izquierdas de los pueblos limítrofes e intentar tomar el cuartel. La comitiva estuvo recorriendo la ciudad toda la noche del 18 y todo el día 19, pero en ningún momento contaron con armas y hombres suficientes para enfrentarse a la Guardia Civil. Los actos más violentos fueron la rotura de algunas lunas, como las del Banco del Oeste de España. El comandante se limitó a esperar que los seguidores del alcalde se dieran cuenta de su aislamiento. Salamanca ya había caído por la mañana y a primera hora de la tarde los militares entraban sin que hubiera ya resistencia alguna en los tres centros del poder civil: el Ayuntamiento, la Diputación y el Gobierno Civil.
La noticia llegó pronto a Ciudad Rodrigo, pero el comandante de la Guardia Civil esperó hasta última hora de la tarde. Entonces, intentó salir del cuartel y declarar el estado de guerra. Sin embargo, se encontró con tal resistencia que tuvo que volver al cuartel. Según pasaba el tiempo se multiplicaban los rumores de que los pueblos pequeños de la comarca iban cayendo. Por la noche llegaron otros números de la Guardia Civil procedentes de Villar del Ciervo, que habían sido despedidos no sin tensión por los propios habitantes de aquel pueblo. No sería hasta la mañana del día 20 cuando conseguiría la Guardia Civil, con el Capitán Juan Sáez Chorlot al frente, controlar la situación y declarar finalmente el estado de guerra. Los dirigentes de la resistencia, con Antero y Manuel al frente fueron apresados y conducidos inmediatamente a la cárcel de Salamanca para esperar el juicio militar. El resto fue encarcelado en la propia Ciudad Rodrigo.
Juan Sáez Chorlot decidió que al día siguiente se haría oficial el cambio de Ayuntamiento. A las 15:30 horas del día 21 el capitán y actuando como secretario un funcionario de la Comandancia Militar de la Plaza iniciaron una breve junta en el Salón de Sesiones. Se decidió que el nuevo alcalde sería Magín Viciros de Anta, y que sus tenientes de alcalde serían Pascasio Trinchet Nicolás, Juan Manuel Morales Martín y Juan José Montero González, a los que se uniría también Juan Antonio Rodríguez Bernal. La otra decisión fue crear una "milicia fascista", tal y como ellos la definieron, armada y al mando de Eusebio Arévalo Vicente, en la que quedaban integrados las Juventudes de Falange, Acción Popular, Renovación, el Bloque Agrario y Requetés.
En algunos pueblos de la comarca persistió una mezcla entre la defensa de ayuntamientos tal y como se habían formado con el Frente Popular, la resistencia institucional y la confianza en que pronto se terminaría todo aquello. Pero la rápida respuesta de las nuevas autoridades en la comarca, desde Retortillo hasta Espeja impuso el nuevo orden militar. En Retortillo el alcalde Isaías Montero Egido, del Frente Popular, se negó el día 21 a publicar el bando de estado de guerra, obligatorio para todos los pueblos de la provincia, y declaró la huelga general. El pueblo fue tomado por la fuerza militar y se inició un consejo de guerra, cuyas consecuencias fueron inmediatas. Se condenó a 30 años de cárcel al alcalde, y a sus seguidores a penas menores de reclusión de entre cuatro meses y dos años. La oposición a partir del día 21 ya era considerada como un acto de guerra contra la autoridad, por tanto ahora las fuerzas armadas se sentían legalmente amparadas. En Espeja sucedió lo mismo que en Retortillo. El presidente y el vicepresidente de la Casa del Pueblo, Aurelio José Juan y Nicolás Iglesias Vicente fueron condenados a cadena perpetua por no acatar la declaración de estado de guerra
La resistencia armada fue casi inexistente. Toda Salamanca quedó dentro de la zona nacional y pronto empezó a ser considerada como una zona segura de la retaguardia. Algunos intentaron escapar hacia Portugal, pero la frontera quedó sellada para no dejar pasar a los refugiados, en especial en el paso de Fuentes de Oñoro. La huida, tan sólo pudo ser hacia el sur, porque intentar llegar a las bolsas de resistencia de León era imposible. Así que la sierra cacereña de La Canchera apareció como el único lugar seguro cercano. La resistencia republicana se habían hecho fuerte en Cáceres y a la bejarana se había trasladado a las sierras limítrofes de la vecina provincia. Pronto, todos ellos estuvieron defendiendo un largo frente que iba desde Gredos hasta Madrid.
3. Ciudad Rodrigo bajo la represión.
La represión directa utilizando el asesinato se desató a los pocos días. Después de que los militares tomaran el poder en los pueblos e hicieran los primeros consejos de guerra expeditivos, dejaron que el terror fuera administrado por las fuerzas paramilitares con o sin su apoyo directo.
El alcalde Manuel Martín Gascón, su primer teniente de alcalde, Aquilino Moro Ledesma y Antero Pérez Rodríguez fueron considerados como los instigadores de la resistencia. Fueron conducidos a la prisión de Salamanca junto con otros seis encausados (Vicente Repila Tetilla, Domingo Hurtado Martínez, Aristóteles González Riesco, Joaquín Gaite Veloso, Ángel López Delgado –concejal- y Jesús Martín Rodríguéz)
Los fusilamientos sistemáticos contra los políticos y ciudadanos que se habían opuesto al levantamiento se iniciaron al final del mes. Los primeros en caer el día 29 fueron Casto Prieto y el Diputado Manso. Al día siguiente, lo haría el concejal también de Salamanca Casimiro Paredes Mier. La capital fue el centro de la represión. A ella iban a parar los principales encausados de los pueblos de la provincia y en su Cárcel Provincial se amontonaban los presos. La prisión había sido diseñada para 300 reclusos y en aquellas fechas ya pasaban del millar.
Al iniciarse el mes de agosto de 1936 comenzaron los juicios militares y fruto de los mismos fueron los fusilamientos. Agosto arrojó una media de casi dos personas fusiladas por día en Salamanca. Eran presos procedentes en su mayoría de los apresados en los sucesos de la propia capital y en segundo lugar de la comarca de Ciudad Rodrigo.
En los pueblos pequeños aparecieron los fallecidos desconocidos, pero en poblaciones como Ciudad Rodrigo los asesinados eran casi siempre de convecinos. La represión sistemática se inició con los asesinatos del 12 de agosto de Denis Hernández Rodríguez, Eugenio Cerezo Hernández (concejal de Izquierda Republicana durante el Frente Popular), José López Rodríguez y Andrés Jorjoz (o Forjoz) González. Este primer embate iba contra los miembros del Ayuntamiento, la Casa del Pueblo y los sindicatos. El nuevo alcalde fue quien mandó que se los apuntase en el registro civil.
La segunda oleada fue el 19 de agosto. En esta ocasión fueron fusilados Isidro Sánchez Mateos, Juan Vicente Sánchez y Francisco Oliva Pastor (concejal durante el Frente Popular). En esta ocasión el capitán de Carabineros, Marcelino Iberos remitió al registro civil la información al siguiente día. La hora fue las 18:30. Marcelino protagonizó el que sería el mayor crimen en Ciudad Rodrigo. El 15 de septiembre a las 5:30 de la mañana en la dehesa de "Aceñuelas" caían Ángel Grimaldos Múgica (concejal del Frente Popular), Victoriano Gómez Hernández (concejal del Frente Popular), Félix González Cabreras, Marcelino Marcos Martín, Desiderio Criado Barés, Constantino Domínguez Guerra, Eladio Pulido González, Felíx Martín Moro (concejal de la corporación anterior a la del Frente Popular y que había facilitado la transición de una a otra) y Segundo Lobato Plaza.
En la cárcel de Salamanca las noticias de los asesinatos llegaban inmediatamente. El alcalde Manuel escribió una carta de despedida a su esposa, sabía que sus días estaban contados. Así fue. el 30 de agosto él y seis de los detenidos en julio eran fusilados. La mitad de la corporación había sido asesinada y la otra mitad andaba huida cuando no desaparecida.
Tras estos acontecimientos la represión se fue ampliando a toda la comarca. Podemos diferenciar cuatro zonas de acuerdo a la intensidad de la intensidad de la misma:

Noroeste. La propia Ciudad Rodrigo y los pueblos cercanos hacia el norte como Saelices el Chico, Villar de Ciervo y Gallegos de Argañán

Este. El valle del río Yeltes, con su epicentro en Villavieja de Yeltes.

Suroeste. La zona al oeste de Ciudad Rodrigo, a lo largo del valle del río Azaba, con los municipios, entre otros de Fuentes de Oñoro, Espeja, Campillo de Azaba y Gallegos y Alberguería de Argañán

Sur. Hacia el Sur, el camino a Coria: El Bodón, Robleda y Peñaparda
Noroeste. Entrando en una descripción más pormenorizada podemos señalar que la carretera a Ciudad Rodrigo se convirtió en el camino principal del terror, desde Barbadillo hasta Fuentes de Oñoro, pueblos ambos incluidos. No obstante, a lo largo de esta carretera, dos fueron las zonas que sufrieron más. Por una parte destacó la propia Miróbriga y la zona norte en dirección a Saelices el Chico y Villar de Ciervo. La represión aquí se derivaba directamente de la revancha contra los acontecimientos de los días 19 y 20 de julio ya narrados. Pero el terror se extendió incluso a los miembros del Partido Radical en forma de multas y embargos. De todos los dirigentes detenidos, ya indicados con anterioridad, tan sólo a Cejudo Cejudo y a Calvo Vallejo se los condenó a 30 años de prisión, el resto fue fusilado el 30 de agosto. Pero incluso estos dos desaparecían cinco meses más tarde, en el traslado al penal de Burgos, al que nunca llegaron. Algunos escaparon, como Agustín Risueño González, Director del Banco del Oeste y reconocido socialista, mas en diciembre fue detenido y asesinado en las proximidades de Béjar. Parece que el único que logró sobrevivir, aunque con una condena de cadena perpetua, fue "El Somiet" (apodo derivado de Soviet), un carabinero retirado de nombre Juan Carreño que fue sorprendido el día 21 de julio abogando por la huelga general.
Las ejecuciones dieron paso a los juicios y no parece que desde el final del verano hubiera mas acontecimientos, pero al final del año encontramos nuevos asesinatos. El 16 de Diciembre fueron fusiladas otras nueve personas procedentes de la cárcel provincial de CR. Se hallaron en el camino a Sanjuanejo, al bordear a la derecha La Caridad. Eran Evaristo Pino Castaño, Avelino Martín Cascón, Olegario Niño Caballero, Alfredo Miguel Plaza, Serapio García Alaejos, Eduardo Aparicio Fernández, Emilio Marín Donoso , Jose María Sevillano Piñero y otro más cuya familia recogió el cadáver antes de que la policía llegara para identificarlos.
Este. Es la zona que engloba el Campo de Yeltes, en especial Villavieja de Yeltes, Villar de Yeltes y Retortillo. En Villares el presidente del Sindicato de Trabajadores de la Tierra, José Aparicio Galache, fue condenado en rebeldía y fallecería en la prisión de Fuerte de San Cristóbal (Pamplona) en 1941. Para otros dos afiliados al mismo sindicato las condenas fueron por veinte años, a lo que se sumaban multas que en la mayoría de los casos suponían el embargo total de sus bienes, dejando a las familias, normalmente numerosas, en situaciones muy precarias. En 1941 el escrito de uno de los acusados a veinte años que pide la revisión de su caso, José Casado Calzada, explica la conexión entre la reforma agraria de la República y el terror en la Guerra Civil en la comarca del valle del río Yeltes. Indica José que "no tuvimos otra instrucción que muy escasos días en la escuela primaria, y que si en algo nos desviamos de la rectitud social que siempre habíamos tenido por norma, fue debido a la desesperación, que nos producía, avivada por profesionales de mitin, el vernos sin tierra para trabajarlas, por pertenecer a un término municipal que además de pequeño se halla dividido en tres grandes fincas, que nos privan a la mayoría de los vecinos de Villares de Yeltes, de los medios indispensables para subsistir."
Suroeste. No tenemos constancia de que la represión fuera muy dura en esta zona. Parece que las penas fueron en su mayoría de índole económica y relacionadas con los repartos de tierras que se habían producido o por los que habían abogado las autoridades locales. Algunos pequeños propietarios se vieron con multas muy cuantiosas, como Esteban Bravo y Bravo, miembro de Izquierda Republicana en Fuentes de Oñoro, quien tuvo que deshacerse de la mitad de sus propiedades por haber apoyado el reparto de tierras propuesto por el Frente Popular. En Campillo de Azaba todos los miembros de la Casa del Pueblo fueron investigados a raíz de que a Manuel Calzada González, vicepresidente del STT local, se le "invitase" a redactar la lista de todos los miembros del STT, en especial de los que no eran jornaleros y de las autoridades del ayuntamiento que también estaban en el STT. También en Gallegos de Argañán parece que la represión quedé en encarcelamientos y multas por haber asaltado fincas.
Sur. A juicio de José Alonso Pascual pocos pueblos como Robleda y Peñaparda en la provincia de Salamanca sufrieron semejante represión. Cuenta José Alonso que por cada caído en el frente se paseaba a un rojo, de modo que al final hubo 20 asesinados, 8 apaleados o vejados, un procesado y 2 desaparecidos.
4. El final
Después de esta descripción de los hechos cabe preguntarse cuáles eran los puntos en común de tanto encausado y ejecutado. En síntesis se pueden señalar dos: pertenecer a uno de los partidos de la coalición del Frente Popular y/o haber participado en la reforma agraria iniciada en 1936. En estas circunstancias, intentar mediar por un familiar o por un amigo no dejaba de entrañar peligros. Tan sólo altos cargos militares y eclesiásticos podía interceder sin riesgo. Por ejemplo, sabemos que en Ciudad Rodrigo fue fundamental la intervención del canónigo de la Catedral Serafín Tella Gallego, que consiguió librar del fusilamiento y la cárcel a algunos conocidos de aquí y de Robleda, de donde era natural. En el año 1937 Miróbriga ya era una plaza de la retaguardia. Pronto se abrieron la listas para acoger a niños huérfanos del territorio conquistado, aunque no hay noticia de que llegasen. Sí en cambio fueron acogidas varias familias fruto de matrimonios con ciudadanos alemanes que habían escapado del frente de Madrid. Las ejecuciones fueron dando paso a los trabajos forzosos. Fue así como se hizo en el mes de agosto el camino de Villavieja de Yeltes a Ciudad Rodrigo.
Una vez acabada la guerra los soldados regresaron a casa y tras dos años, el 10 de agosto de 1941, se publicó el edicto general para hacer la lista de los mirobrigenses asesinados en la zona roja. Después de varias pesquisas se completó la lista: José Ruano Montero, Miguel Alonso Araujo, Francisco Solo Rico y Amador Santos Pérez

martes, 7 de julio de 2009

Un libro descubre el diario del alcalde de Salamanca, Casto Prieto Carrasco, fusilado en la Guerra Civil

El libro 'Esta salvaje pesadilla.Salamanca en la guerra civil española' saca a la luz el diario del que fuera alcalde de la capital salmantina durante la mayor parte de la República, Casto Prieto Carrasco, y que tras ser encarcelado murió fusilado a los 49 años días después de estallar la contienda.
Su autor, el profesor de Historia Económica de la Universidad de Salamanca Ricardo Robledo, aseguró en declaraciones a Efe que la publicación pretende 'dar a conocer al lector lo que realmente ocurría en la ciudad y que la censura lo impedía'.
Así, 'Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil española', ofrece 'una visión de la historia centrada en los avatares de la sociedad civil' pero, a su juicio, 'la aportación principal es que es abre a la luz el diario del alcalde encarcelado', precisó.
En sus escritos, Prieto Carrasco, que además era catedrático de Anatomía y Diputado a Cortes, relata la situación que vive en la cárcel 'cargada de presiones inauditas de una prisión casi vacía a su llegada y que albergaba a la semana a cerca de medio millar de detenidos', concretó el autor.
Robledo mostró su sorpresa tras las investigaciones llevadas a cabo para la edición de su libro sobre la 'muy buena organización de la derecha salmantina en 1931 y la desproporcionada represión que tuvo lugar en los años de la contienda'.
Asimismo, se refirió a 'la postura acomodaticia' de la gente ante 'situaciones límites' por lo que justificó su 'cambio de chaqueta' y colaboración con 'el nuevo poder', ya que 'era muy difícil mostrar actitudes contrarias porque estaba en juego la vida'.
El libro, que se presenta esta tarde, está estructurado en once capítulos y recoge además episodios protagonizados por el escritor Miguel de Unamuno y por el ex ministro Filiberto Villalobos, quien ocupó la Alcaldía de la ciudad tras el fusilamiento de Casto Prieto.

Proclamación de la Segunda República en Salamanca


Desde las primeras horas de la mañana del 14 de abril de 1931, los salmantinos eran conscientes de vivir un momento histórico. Los concejales republicanos y socialistas triunfadores de las elecciones municipales junto con militantes y simpatizantes conocían las noticias procedentes de Madrid. La animación era cada vez mayor por lo que los republicanos tuvieron que pedir serenidad a la muchedumbre para que se pudiese proceder a la proclamación de la República de forma pacífica y organizada.La primera bandera republicana que ondeó en un edificio público fue la que apareció en el de Correos y Telégrafos a las tres y media de la tarde, entre aplausos y vivas a la República.A las cinco de la tarde, se reunía en la Casa del Pueblo el comité encargado de la organización y proclamación del nuevo régimen. Dicho comité nombró alcalde de la ciudad a Primitivo Santa Cecilia, Presidente de la Diputación a Tomás Marcos Escribano y Gobernador Civil a Casto Prieto Carrasco.Entre ovaciones y banderas repubicanas llegó el comité al Ayuntamiento colocando la bandera republica solemnemente con disparo de cohetes y repique de campanas.
El designado para efectuar la proclamación de la II República desde el balcón del Ayuntamiento fue Miguel de Unamuno. Eran las seis y cuarto de la tarde.Don Miguel en su discurso hizo un emocionado canto a la ciudadanía española y al nuevo régimen proclamando también su amor por Salamanca:“…hoy comienza una nueva era y terminó una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido. Hace cuarenta años vivo en Salamanca, de Salamanca son los hijos de mis carnes e hijos de mi espíritu os considero a todos. Permitidme la arrogancia de que sea yo quien proclame la República desde esta plaza…”En este día comenzaba un apasionante e ilusionante periodo de la historia de España y de nuestra ciudad. Para gran parte de los salmantinos, la República significaba una oportunidad de mejora en lo material, en lo político y en lo cultural. Existían grandes expectativas, por lo que la frustración ante los retrasos y errores en la realización de las reformas fue grande en muchos aspectos. También es cierto que la labor obstruccionista de determinados sectores derechistas contribuyó en gran medida al fracaso del nuevo régimen.No obstante, la República supuso un notable en muchos aspectos sociales, educativos y culturales incluso en una provincia tan atrasada como la Salamanca de los años treinta. La labor de la Republica en el ámbito educativo fue de una fecundidad incuestionable, dignificando la figura del maestro a todos los niveles. Hoy en día habría que tomar ejemplo de esa actitud por parte de la sociedad en general y de los políticos en particular.La primera democracia española tenía poderosos enemigos en la oligarquía financiera y agraria, la jerarquía eclesiástica y gran parte del Ejército y así lo demostraron en julio de 1936. El último alcalde republicano de Salamanca, Casto Prieto Carrasco, profesor de Medicina y diputado por Izquierda Republicana fue fusilado por los fascistas en el monte de La Orbada el 29 de julio de 1936. En el barrio de Puente Ladrillo, la Plaza del Profesor Prieto Carrasco homenajea a este ilustre personaje omitiendo el hecho de que fue el primer edil de nuestra ciudad.Sirvan estas líneas como recuerdo y reconocimiento para él y para todos los que dieron su vida para que los salmantinos viviesen por primera vez en una auténtica democracia.
“Esta revolución española jamás registrada en la historia de pueblo alguno, la revolución de la soberanía popular impuesta en las urnas coloca a España en preeminente lugar entre las naciones, que cambiaron su régimen. Estamos maravillados del ejemplo de patriotismo y de ciudadanía de los republicanos españoles y de la serenidad de los partidarios del régimen desaparecido, que han acatado la voluntad del pueblo, sin que el cambio haya producido el menor trastorno, sino las naturales expansiones de los que han recibido la República con la alegría que el ideal convertido en realidad les produce”.
El Adelanto, 15 de abril de 1931.

Atilano Coco, pastor protestante asesinado en la Guerra Civil


Fue detenido en agosto de 1936 y asesinado en diciembre en el monte de La Orbada, aunque «se desconoce el paradero de sus restos»

La Asociación Salamanca Memoria y Justicia realizó ayer el primer homenaje a la figura de Atilano Coco Martín, el único pastor protestante que se encontraba en la ciudad salmantina al comienzo de la Guerra Civil y que fue fusilado por las tropas franquistas a los pocos meses de contienda.
El acto, que contó con la presencia de representantes de la Iglesia Española Reformada Episcopal -la comunidad anglicana en España-, a la que pertenecía Atilano Coco, incluyó un recuerdo a sus aportaciones al mundo «de la democracia y la tolerancia en España», según el historiador Ricardo Robledo.
El historiador, vicepresidente de la Asociación Memoria y Justicia, recordó que Atilano Coco «era un hombre comprometido con una España laica desde su visión de cristiano, un problema que todavía tenemos pendiente». Esa condición, sumada a su cargo de dirigente de Unión Republicana y de venerable maestro de la Logia Helmántica, colectivo masón, «lo convirtieron en un claro objetivo de los franquistas».
En el homenaje, Robledo recordó que Atilano Coco fue detenido en agosto de 1936 por los militares y llevado a la Prisión Provincial de Salamanca, donde fue condenado a muerte.
Según consta históricamente, la carta que la esposa del pastor protestante envió a Miguel de Unamuno notificando que a pesar de las gestiones que había realizado el pensando con el propio Franco, Atilano Coco iba a ser ejecutado, provocó la ira del rector en su célebre enfrentamiento con Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Robledo recordó que la famosa proclama «venceréis pero no convenceréis» fue escrita por Unamuno antes de ser pronunciada aquel 12 de octubre de 1936 precisamente en el sobre de la carta que le había enviado la mujer del clérigo.
Después de aquel acto, Atilano Coco, fue sacado de la cárcel el 9 de diciembre por orden del Comandante Militar de Salamanca y fusilado en el monte de La Orbada «sin formación de causa y sin ser sometido a juicio», señaló Robledo, que insistió en que «se desconoce el paradero de sus restos mortales».

Guerra Civil Española -Salamanca 1936 1/5

Guerra Civil española -Salamanca 1936 2/5

Guerra Civil española -Salamanca 1936 3/5 Miguel de Unamuno

Franco visita la universidad de Salamanca 1954 4/5

Salamanca Plaza Mayor ajedrez humana NO-DO 1956 5/5

Catorce héroes de Babilafuente


Catorce vecinos republicanos de Las Villas intentaron evitar en Babilafuente el paso de un tren con tropas franquistas hacia el frente de Madrid. Detenidos horas después por pistoleros falangistas, varios fueron ejecutados a las pocas semanas y del resto tras una breve estancia en la cárcel provincial de Salamanca, se dispuso su traslado al penal de Burgos. Nunca llegaron. No es una novela de ficción, ni el argumento de una película de Ken Loach, es la historia real de catorce personas que trataron con sus limitados medios entorpecer el avance de los fascistas hacia Madrid.
El investigador J. María Collados, encontró en un registro de La Orbada varias actas de defunción de origen desconocido, una de ellas a nombre de Víctor Peralta Borrego, guardagujas de la estación de trenes de Babilafuente durante los sucesos de hace siete décadas. A partir de ahí,la Asociación Salamanca Memoria y Justicia ha conseguido reconstruir el final de los protagonistas de un suceso muy mencionado en toda Salamanca, pero poco conocido.
Todo arranca el 27 de julio de 1936, lunes, apenas ocho días después del golpe del ejército africanista contra la legalidad republicana, un tren que que transporta tropas a Madrid pasa por la estación de ferrocarril de Babilafuente. El guardagujas, Víctor Peralta, se entera y lo comunica a los trabajadores de la antigua fábrica de cerámica de este municipio. Acompañados de algunos republicanos, increpan a los militares. Tan sólo unas pocas horas después del incidente que debió dejar perplejos a los mandos militares que iban en el tren, pistoleros de la Falange avisados sin duda, procederían a su detención. Encarcelados durante más de un mes, fueron juzgados en septiembre, resultando uno de ellos, Francisco García Díaz, sentenciado a muerte y otros trece vecinos de Babilafuente condenados a treinta años de cárcel. Alejo García González fue fusilado a las seis de la madrugada del 27 de septiembre de 1936.
La sentencia de 8 de septiembre de 1936 recoge que en el momento de arrancar el tren de los militares, Francisco García, obrero de la fábrica de cerámica próxima a la estación, se asomó a una ventana con el puño en alto “insultando al ejército e invitando a los demás obreros de la fábrica y a los que había en sus inmediaciones a que manifestasen su hostilidad contra las fuerzas e inmediatamente los insultos fueron secundados y sonaron algunas detonaciones hechas con arma corta contra el tren, que le produjeron heridas a un soldado del Regimiento de Infantería La Victoria, sin que en autos haya podido concretarse quiénes fueron los autores materiales de la agresión”.
¿Qué fue del resto?
Los compañeros de los fusilados permanecen en la Prisión Provincial de Salamanca hasta que se acuerda su traslado a la Prisión Central de Burgos. Sin embargo, este trayecto no llega nunca a completarse. La pista principal sobre el triste destino acaecido a los heroicos compañeros de los fusilados se extrae de las actas de defunción encontradas en La Orbada. Allí figura D. Víctor Peralta Borrego cuya defunción se certifica como "consecuencia de la guerra". No ha resultado difícil a partir de ese dato saber qué ocurrió con el paradero de los republicanos. Sí se sabe porque se ha publicado innumerables veces en la prensa de Salamanca que por aquellos días un individuo llamado Diego Veloz se dedicó a ejecutar a los republicanos de las "sacas" (nombre con el que se conocían las ejecuciones extrajudiciales practicadas sobre los encarcelados sacados de sus celdas por pistoleros de la falange). Aún hoy, sus descendientes andan todavía tratando de evitar que se cuenten las "andanzas" de este lúgubre personaje en La Armuña salmantina.
Fin de la Historia
Una medida de gracia posterior redujo la condena a los ya por entonces, fusilados. Las familias de estos vecinos de Babilafuente se dirigen a buscarlos a Burgos para comunicarles la buena noticia a los presos, pero allí les indican que no se han registrado entradas en el penal a nombre de estas personas. Nunca llegaron. Estas catorce personas fueron fusiladas en localidad de La Orbada, en cuyo monte donde se celebra inconscientemente el Lunes de Aguas, descansan también otros muchos republicanos castellanos. Cientos según el periodista salmantino, Francisco Cañamero, miles según otros testimonios, incluídos en novelas como La Grama de Agustín Salgado.

El comienzo de la Guerra Civil en Villoruela


EL COMIENZO DE LA GUERRA CIVIL EN VILLORUELA
Uno de los vecinos del pueblo narra la noche en que su padre, junto con otras siete personas, fue detenido y fusilado en una cuneta de la vecina localidad de Salvadiós. Tan solo defendía ideas contrarias al fascismo, como la libertad del hombre.


Jaime Cortés / Villoruela.

Hoy, hace 67 años, sucedieron los siguientes hechos. El 24 de agosto de 1936 hubo en Villoruela una gran tormenta con inundaciones, sobretodo en las eras. Esa misma tarde se presentaron en Villoruela tres falangistas; acompañados por vecinos del pueblo, se encargaron de detener a las siguientes personas:
Eustasio Ramos (51 años), Elías Rivas (43 años), Leonardo Cortés (43 años), Leoncio Cortés (41 años) (estos dos hermanos), Daniel Sánchez (35), Esteban Hernández (29) Francisco García (25) y Benigno Hidalgo (18), Antonio Jorge, Salomón Ramos, Serapio Ramos y Félix Sánchez.
Cuando fueron a detener a estas personas, los que fueron a buscarlos ya dieron contestaciones de carácter criminal a mi madre, Lucila. A la mujer de Leonardo Cortés, cuando salió a la puerta, le preguntaron que dónde estaba su marido; respondió que no sabía y la contestación fue: "No se preocupe, que aunque esté bajo tierra le encontraremos".
"LO MISMO LE VA A DAR"
Daniel Sánchez estuvo jugándose la vida para salvar la de otras personas con sus mulas y su carro para cruzar la riada de la era sin tener en cuenta de qué color ni de qué partido eran. Cuando le fueron a buscar a casa les dijo la mujer: "Esperen ustedes, que se está quitando la ropa, está todo calado"; la contestación fue: "No se preocupe usted, que lo mismo loe va a dar". A Esteban Hernández, cuando fueron a casa les dijo su madre: "esperen, que no tiene calcetines"; la contestación fue: "no se preocupe, que no le van a hacer falta". A Benigno Hidalgo, cuando le fueron a buscar, les dijo su madre: "le tengo que poner una inyección"; "no se preocupe usted, se la vamos a poner nosotros", le contestaron.
Ya detenidos todos, les llevaron al Ayuntamiento y les ataron con cuerdas los pies y las manos. A unos por amistad y a otros porque trabajaban para ellos, sueltan a cuatro: Antonio Jorge, Salomón Ramos, Serapio Ramos y Félix Sánchez. Las otras ocho personas quedan detenidas en el Ayuntamiento.
Los señores que entonces componían el Ayuntamiento eran los siguientes: alcalde, Matías Martín; concejales, Cástulo de la Torre, Eufrasio Lázaro y Victorino Martín, y secretario, Juan Antonio Sánchez. Convocaron una reunión en casa de Cástulo de la Torre y deciden que las ocho personas que están detenidas deben ser fusiladas. Acuerdan nombrar a unos vecinos del pueblo para que vayan a fusilarlos.
A altas horas de la noche fueron a Villoría para ahablar con el señor Santos, propietario de un camión, que puso a disposición, y que fue conducido por su hijo, Julian González.
Ya en Villoruela, hicieron subir al camión a los ocho detenidos, aún atados de pies y manos, y los trasladaron al término de Salvadiós, un pueblo de la provincia de Ávila.
Allí, en un cruce de caminos, los fusilaron y los dejaros tirados. Allí mismo los enterraron unos vecinos de Salvadiós.
Hubo pueblos donde la intervención del alcalde y los curas dieron su fruto y no ocurrió nada, pero aquí parece que todos estuvieron de acuerdo.
Había también buenas personas en Villoruela que trataron de evitar que esto ocurriera, pero fue inútil. A María Engracia García y a Ángeles del Pozo se les ocurrió ir al convento a contarles a las monjas lo que estaba pasando y lo único que las monjas dijeron es que si no habían hecho nada por qué habían estado huyendo, a lo que muy acertadamente las vecinas antes citadas contestaron: "A Jesucristo también lo persiguieron y por nada lo crucificaron".
Los responsables de que ocurriera tal barbaridad fueron los del pueblo, el Ayuntamiento y los curas que en aquella época estaban en Villoruela.
Después del sufrimiento que nos había causado, nombraron ente los vecinos del pueblo una guardia llamada cívica cuya misión era privar nuestras salidas de casa, nuestras demostraciones de sufrimiento, entre otras cuantas cosas.
LAS NOCHES LLORANDO
Nos pasábamos las noches enteras llorando con mi madre y mis abuelos en la cocina y el día esperando noticias para saber que habían hecho con ellos. Hasta pasados unos días no supimos que los habían fusilado.
Hace falta tener mucha paciencia y resignación para convivir toda una vida con los criminales que fusilaron a tu padre. Pueden hacerse una idea de las calamidades y sufrimientos que tuvimos que pasar. He tenido siempre muy presente una frase que mi madre nos decía con mucha frecuencia: "Hijos, no quiero veros nunca con las manos manchadas de sangre".
Muchas personas tendrán la incertidumbre de por qué los fusilaron. Pues bien, os diré que los únicos motivos que tuvieron fueron la forma de pensar diferente al franquismo, es decir, por defender la libertad, los derechos de los trabajadores, la seguridad social y la educación.
Quiero que la juventud, al menos de mi pueblo, Villoruela, entienda que los fusilaron por defender el derecho más grande de toda persona: la libertad.
Vecinos de Villoruela y de toda la provincia: ustedes saben que este año han estado expuestos al público los archivos de Villoruela, pero lo que no saben muchos de ustedes es que de fecha 15 de agosto de 1936 al 16 de junio de 1939 no existe ningún documento, ni libro de actas. ¿Quiénes fueron los que hicieron desaparecer dicha documentación?.
ACTAS DE DEFUNCIÓN
En el libro de actas de defunciones aparecen con fecha 13 de marzo de 1937 inscritos por el juez Iñigo de la Torre estas ocho personas como desaparecidas, cosa incierta, ya que la verdad es que fueron fusilados. Para acreditación de estos hechos tengo unos permisos y unas acreditaciones oficiales de cuando se hizo el traslado de los restos de estas ocho personas, desde Salvadiós a Villoruela, el 21 de mayo de 1978. Todos ustedes, vecinos de Villoruela, saben que estas ocho personas fueron fusiladas; ahora nadie quiere ser responsable de estos hechos.
CUERPOS.-
EL 21 DE MAYO DE 1978 SE TRASLADARON LOS RESTOS MORTALES A SU LOCALIDAD NATAL.
Tengo 74 años, me quedan pocos de vida y antes de morirme, si puedo, quiero dejar muy alto y muy claro la dignidad y la honradez de mi padre y de los demás mártires de Villoruela. Me hubiese gustado haberlo podido hacer hace 50 años, pero de todos es sabido que eso era imposible.
Todavía hay personas que piensan que no se deben decir estas cosas, que no se consigue nada. Tienen razón, pero al menos si tendremos el derecho de manifestar nuestras expresiones, pues en cuarenta años tuvimos que estar con la boca cerrada.
No quiero que sigamos como en el franquismo. Yo preguntaría a estas personas: si les hubiera pasado lo que a mí, ¿qué pensarían?.
Yo puedo presumir de ir con la cabeza muy alta; los asesinos no tienen esa suerte. Las guerras no son buenas para nadie; siempre mueren inocentes y casi nunca los culpables.

viernes, 3 de julio de 2009

Salamanca, así fue el terrorismo falangista

Salamanca, así fue el terrorismo falangista Interviú, Nº 177, 4-10 octubre 1979.

Cuarenta y pico años sin hablar. Cuarenta y pico años sabiendo que el cuerpo del padre, del hermano, del marido, yace mal enterrado al borde de cualquier camino. Cuarenta y pico años de rabia contenida y miedo desbordado. Los asesinos han segui­do allí, haciendo que convivían... Salamanca conoce muy bien la historia de aquellos falangistas que no fueron a montar guardias junto a los luceros porque lo suyo no era la trinchera, sino el robo, el asesinato y la violación.
Por primera vez, algunas de las víctimas relatan a INTERVIÚ lo que fue aquella grosera represión.-Al diputado Manso le colocaron banderillas negras antes de rematarlo.Todavía lo cuentan en voz baja, mirando desconfiadamente a uno y otro lado, con un algo de escalofrío perenne. La historia de los rejones, en cualquier ca­so, parece no ser cierta: al dipu­tado Manso, simplemente, lo asesinaron en un repecho del monte de la Orbada. No obstante, resulta significativa la versión de la «corrida» que precedió al crimen, pues nos da la medida del terrorismo que se le supuso a la retaguardia salmantina.-Cuando los militares se sublevaron -me explica doña Fe, viuda del diputado Manso- le dije a mi marido que nos fuéramos, pero el me contestó que nada malo había hecho y que debía quedarse en Salamanca... Sí, si, los primeros días de la guerra mi marido no creía que le fueran a hacer nada, pues siempre había actuado transpárente y todos aqui conocían su honestidad. Se equivocó: nos saquearon la casa y a el se lo llevaron preso... En efecto, fue el dia veinticuatro de julio, la víspera de Santiagomatamoros, cuando lo asesinaron. Aqui nadie queria, o se atrevía, a hacerlo, pero el general Cabanellas dio el visto bue­no, aunque ahora su hijo lo niegue; en fin. el caso es que lo sacaron de la cárcel y sin juicio ni diligencia alguna se lo llevaron al monte y alli lo asesinaron... Fue a buscarlo a la cárcel Bravo, que luego seria director del periódico «La Gaceta Regional» y alcalde franquista de Salamanca; Bravo fue uno de los más responsables de aquí... Me han dicho que cuando Bravo fue a sacar de la cárcel a mi marido y a Prieto Carrasco, que había sido alcalde durante la República, les explicó que los trasladaban a Valladolid, pero cuando Prieto Carrasco guardaba sus cosas en un maletín mi marido le puso una mano en el hombro y dijo: «No necesitamos equipaje. Nos llevan a fusilar», y luego se giró hacia Bravo y le llamó matón y asesino y qué se yo cuántas co­sas más... Desgraciadamente, Pepe, mi marido, tenia razón: se los llevaron a La Orbada y alli, al borde de un camino, los asesina­ron juntos... ¿Confesarse, dice usted? ¡ Esto es un cuento! Mire, yo soy muy cristiana, escríbalo usted, y le aseguro que la historia de que mi marido pidió confesar es mentira. Mi marido tenia la conciencia tranquila, era un hombre bueno que siempre ayudó al débil y por eso le asesinaron; asesinaron su conciencia tranquila.Doña Fe, generosa y entera, nos cuenta muchas más cosas de aquella juerga sucia que fue la represión franquista en Sala­manca. Habla y no acaba de ese personaje con nombre de tebeo, Diego Veloz, hijodalgo neófito y terrateniente, que asoló con sus hordas falangistas los humildes hogares del campo salmantino. Historias y más historias, todas rezumantes de odio y sangre.El Golpe de Estado rápido había fracasado y los militares necesitaban una retaguardia que no crease problemas; para ello nada más fácil que cerrar los ojos ante el terrorismo de los falangistas. INTERVIÚ ha elegido al azar varios pueblos, a caballo entre La Armuña y la carretera de Madrid, como muestra de la represión fascista en la provincia de Salamanca.

«LES IBAN CANTANDO EL ENTIERRO.
Hemos llegado al Pedroso de la Armuña y ni una brizna de viento alivia el calor despiada­do, seco; tampoco alivió, el 9 de agosto de 1936, la espera de Valentin Póveda Gallego, Paulino Póveda Gallego, Salvador González Gómez, Agustín González Herrero, José Caballero, Manuel Martín y Simón Rodríguez. A los cuatro primeros los asesinaron en el monte de La Orbada; el resto cayó en la Fuente de la Platina, junto a las tapias del ce­menterio de Salamanca. No tu­vo mejor suerte Manuel Herre­ro, fusilado tras un conciso juicio de un tribunal militar. Los crímenes de estos ocho hombres se reducían a su condición de iz­quierdistas; en El Pedroso ni si­quiera había habido enfrentamientos sociales graves, pero el 8 de agosto una mano misteriosa empuñó una pistola y disparó al aire; el 9 llegaban los falangis­tas. Todo el pueblo sabe que quienes llamaron a los asesinos fueron Don Manuel, cura párroco; Marcelino García, que hasta hace poco tiempo fue alcalde; Agustín Franco y Emilio Martín.-Don Manuel, el cura -asegura la viuda de José Caballero- fue una piel de las malas, fue el peor; ahora vive en Salamanca y dice misa en la iglesia de San Juan Bautista. El escritor Agustín Salgado, que próximamente publicará su novela «La Grama» sobre los asesinatos del Pedroso, nos explica: -En efecto, la responsabilidad de don Manuel fue enorme: él llamó a los falangistas y él confesó o trató de confesar a los ocho de­tenidos... Si, eran nueve que iban a llevarse el primer día, pero a última hora y gracias a las influencias de uno de la CEDA, dejaron libre a don José, el médico, que asi logró salvar su vida... Ahora el cura niega que confesase a aquellos hombres, dice que él no sabia que los fueran a fusilar pero, aún asi, le queda la responsabilidad de no haber impedido que se los llevaran. En otros pueblos, los menos desgraciadamente, el cura se opuso a los falangistas y allí nada ocurrió.-El dia nueve -continúa la viuda de José Caballero- se nos dijo que nadie saliera de sus casas... Si, dieron un pregón antes de la amanecida y ya a las 9 de la mañana vinieron a buscar a mi marido. Armaron mucho alboroto y mi hijo, que era un niño, empezó a llorar y al padre le dieron una patada tremenda porque les dijo que no asustaran al niño. Despues se lo llevaron al ayuntamiento y allí lo tuvieron todo el día hasta que lo montaron en un camión... No, a mi José no Io mataron en La Orbada porque ellos mismos hicieron dos grupos: los que fusilaron inmediatamente y los que debían ir a la cárcel de Salamanca. Al llegar a Salamanca , tuvieron la desgracia de ser entregados a uno que IIamaban el Capitán Centellas y que era el padre de Don Manuel, el cura de aqui -en este punto no me acuerdo sobre si se trata del padre o del hermano- y el canalla dijo: «¿A qué me traes carne viva?». Aquella misma noche los asesinaron. Cuando nos enteramos, hacia dos dias que estaban muertos y los habían dejado sin sepultura: fue horrible despues de muertos les habían pasado un camión por encima... yo vi las marcas de las ruedas en el pantalón de mi José...La viuda de Salvador González, Rosaura Gómez, le pregunta a su hijo Luis, que nos acompaña, si no les harán nada por contar «aquello». Luis la tranquiliza y la señora Rosaura apenas coge su pañuelo porque sabe que de «aquello» no se puede hablar sin que las lágrimas le acudan a los ojos:-A Salvador lo vinieron a buscar, a las diez de la mañana los falangistas y dos de la «guardia cívica» del pueblo... ¡Ya lo creo que recuerdo sus nombres: Segundo Rodríguez y Emilio Martín, que ahora se ha retirado de sargento de la Guardia Civil Total que se lo llevaron al ayuntamiento para interrogarle pero no encontraron como encausarle. Salvador nada habia hecho y le dejaron en libertad; pero al cruzar la plaza se topó con dos del pueblo que dijeron a los falangistas que a que soltaban a «ése, que es de los peores» y le volvieron a detener...¿Los dos de la plaza? Si, eran el Baltasar García y el Teodoro Rodríguez... Si, logré verle; le llevé algo de dinero, un papel y un lapicero, para que me escribiera desde donde fuera a estar, y café. No quiso el café y se abrazó de mi y del niño éste -señala a su hijo Luis- que tenia nueve meses. Por la tarde los subieron a un camión, atados, y ya en el camión les cantaban el entierro... si, si, los falangistas se reían de ellos y les cantaban el «réquiem», pobrecillos. El resto ya lo sabe: los asesinaron al borde de un camino...No, no acabó la cosa con estos asesi-natos, que luego se llevaron también al Manuel Herrero; y a varias hijas de los fusilados las raparon y las hacian cantar el «caralsol»; lo mismo que a la viuda de Manuel Martín, que un día le cambiaba los panales a su hijo y decia en voz alta: «¡Que por cuatro sinvergüenzas te tengas que ver tú asi!» y se la llevaron al ayuntamiento y la ataron a una columna y tuvo que ir su padre a ponerse de rodillas para que la soltaran, pues tenia que dar el pecho al niño...

«ME VIOLARON CINCO FALANGISTAS»
-No recuerdo demasiado bien... no, no entren en casa... les daré la lista, pero no digan mi nombre.Es el miedo, el miedo de Cantalpino. donde las hordas falangistas mataron a una mujer y a veintidós hombres; donde se robó y violó.Juan Giménez, conocido como Juan Dinga, no teme «contarlo todo, aunque mi nombre salga en los papeles»-Yo pasé en la cárcel cinco años y tuve suerte, porque a los otros los mataron.Nos sentamos alrededor de una mesa con el señor Juan, con su actual esposa, la señora Alejandra, y con un hijo del primer matrimonio de ésta.—Aqui asesinaron a muchos y a la Eladia Pérez, la Jaboneta, también. Fueron a buscar a su hijo Guillermo, a quien «pasearon» más tarde, y ella no quiso abrirles; así que el Cagalubias, Anastasió González, le disparó y la mató; luego la llevaron al cementerio y su cuerpo no cabía en la hoya y el Cagalubias le cortó la cabeza con la pala... ¿El Cagalubias? Ya murió el muy cabrón, y antes de morir deliraba y gritaba que le quitaran de encima a la Eladia... Los asesinos fueron gente del pueblo y forasteros... ¿Falangistas? Sí, falangistas, curas, frailes y hostias. Don Pablo Martín Dorado, el cura, era de lo peor, daba la bendición a los «paseos»... También les cortaron el pelo al cero a unas cien mujeres y,lloviendo y todo, las sacaron en procesión, la música tocando y los falangistas gritando arribaespaña y vivafranco y... ¡me cago en la madre que los parió!... A mi me hicieron muchas, pero a otras las violaron... ¡a ésta la violaron!Durante unos segundos -siglos de asfixia, rabia y vergüenza- un silencio espeso llena la habitación. El hijo de la señora Alejandra aprieta los puños y traga saliva. Al fin. es él quien habla con una entereza y dulzura que nos ayudan a levantar la vista de los cuadros del mantel de hule:—Yo sabia todo lo que pasó aquí, pero no sabia que a ti te hubieran violado...-Si, fueron cinco falangistas-la señora Alejandra cuenta la historia y sus ojos parecen mirar hacia dentro de si misma- Sacaron de la cama a mi marido,que en paz descanse, el pobre, y le plantaron una pistola en el pecho,y allí, delante de él, me violaron. Unos me tenían cogida por los brazos y otros, por las piernas, y aquí Santa Inés, a lo que quieran hacer, y las pistolas encima de la cama... en presencia de mi Desiderio... ¡ Ei pobre Desiderio!...Además nos robaron todo lo que pudieron... Si, si, eran de aqui, de Cantalpino... ¿Qué si vive alguno? Pues si. Lorenzo Almaraz,llamado El Gordo, que vive en Valladolid, y su hermano Ángel Almaraz, que vive en Salamanca; los otros tres violadores murieron ya...













La señora Alejandra: "Me violaron cinco falangistas delante de mi marido"
Por desgracia, esta violación no fue un hecho aislado. En Poveda de las Cintas, a pocos kilómetros de Cantalpino, la historia se repitió, esta vez con la mujer del secretario del avunlamilos violadores aún viven: ___mundo Velázquez y Benigno ___cador.Pero sigamos con Cantalpino. La amplia encuesta realizada por INTERVIÚ para encontrar a los falangistas responsables, por acción o por incitación, diócomo resultado una larga lista de la que elegimos a tres personajes todavía vivos: Manuel Alonso -El Tarugo-, Benjamín Santos -EL Pielero- y Desiderio Andrés Hernández El Boti___ Manuel Alonso, al margen de otras responsabilidades, era el mandamás de la Falange en Cantalpino y sacó en procesión a mujeres que previamente habian sido rapadas. Su mujer dijo: «No quiere recordar ni quiere hablar de aquellas cosas. El no da explicaciones » A Benjamín Santos le sorprendimos en la calle.
—¿ Participó usted en los sucesos de agosto del treinta y seis ?
— No, no...
—¿ Hubo fusilamientos?
— Pues creo que sí los hubo.
— Aquí hubo fusilamientos y a usted le señalan como uno de los asesinos.
— Le han engañado o quiere usted decir una cosa por otra.












Benjamín Santos, el Pielero, niega a INTERVIÚ que él haya sido uno de los asesinos.
Desiderio Andrés tampoco se reconoció culpable, al contrario:
— Ni participé en «paseos» ni preparé listas; a mi me hicieron jefe de Falange en febrero del treinta y siete, y desde este momento no se sacó a ningún individuo del pueblo, porque ésta fue la condición que yo le puse al jefe provincial, que no se llevaran a nadie si no era con una orden de la autoridad.

« LOS ASESINOS ERAN DEL PUEBLO»

Nadie mató. Sea como fuere,aquel veinticuatro de agosto la sangre no paró en Cantalpino. La impunidad de los asesinatos animó a los asesinos. Tres falangistas llegaron a Villoruela —menos de diez kilómetros de Cantalpino- y comenzaron las detenciones: Leonardo Cortés,Leoncio Cortés, Eustasio Ramos,Elias Rivas, Daniel Sánchez, Esteban Hernández, Francisco García y el chico de 18 años Benigno Hidalgo fueron encerrados, mientras las fuerzas vivas discutían su suerte. Ya de noche, los subieron al camión de Julián González. A los tres falangistas se les sumaron los fascistas del pueblo: Lucas Sánchez, Miguel González -que hasta hace poco fue alcalde— Laureano Vicente,Jesús Vicente, Carlos Holguera-de diecisiete años— Abundio Rubio y Matías Martín.

La viuda de Leonardo Cortés, dos de sus hijos y un hermano de Benigno Hidalgo, recuerdan aquella fecha sangrienta:
— El veinticuatro por la tarde hubo una tormenta tremenda, con inundación y esas cosas. Fue entonces cuando llegaron los falan-gistas y se juntaron con los del pueblo para hacer las detenciones; por cierto, cuando fueron a prender al Daniel, estaba todavía calado porque horas antes estuvo ayudando a todos, sin preguntarles si eran de izquierdas o de derechas... A mi marido lo vino a buscar Primitivo Conde, que era de sangre criminal y que aún anda vivo por Salamanca... Sí, se reunieron los falangistas y los del pueblo en casa del Cástulo de la Torre, y allí se decidió el asesinato y se nombró a los que debían ir...



















La viuda de Leonardo Cortés con una fotografía hecha poco antes del asesinato.

¿Que qué hacíamos nosotros? Bueno, pues dos de las mujeres de los detenidos, la María Engracia Cortés y la Angeles del Pozo, se fueron a pedir ayuda a las monjitas. pero las monjitas les dijeron que aquello era una Cruzada... Ya pasada la medianoche, los subieron a un camión, atados con cuerdas, y los llevaron al término de Salvadiós y alli, en una cuneta,los fusilaron... Si, fueron los del pueblo, que en los pueblos se sabe todo; incluso sabemos que Carlos Holguera no se atrevió y estuvo bocabajo en el camión para no ver lo que sucedía... Mi hermano. Benigno Hidalgo, trató de escapar y le dio una patada a uno, pero le alcanzaron a los cincuenta metros... Si, el Lucas Sánchez dice que él no mató a nadie, pero cuando se pelea con su mujer ella le llama asesino y le recuerda los ocho muertos... Los asesinos fueron siete del pueblo, el que llevaba el camión y los tres falangistas forasteros.

















La familia de Leonardo y Leoncio Cortés junto a su tumba.

Julián González conducía el camión. Lo despertamos de su siesta y le preguntamos si participó en el crimen:
— No, yo solo les llevé y tuve que alumbrarles porque era de noche.
— Alumbrarles ¿para que ?
— Bueno, pues... para el fusilamiento. Oiga, yo era un mandado.
—¿ Lo llevaron a la fuerza?
— Mire usted, mi camión era de los pocos que hahia por aqui y me llamaron y yo no sabia...
—¿ Quiénes fueron los asesinos ?
— Falangistas, falangistas forasteros...
—¿ No había gente del mismo pueblo?
— No recuerdo, creo que no... ha pasado mucho tiempo.

Y, sin embargo, Julián González se traiciona porque cuando tiene que responder a la pregunta de «por qué», contestaque eran envidias y problemas particulares, incluso nos cuenta de una riña en un baile...Eso, riñas de baile o enseñar la Internacional, como el maestro de Cantalpino; cualquier excusa era buena para implantar el terror. Un terror que perdura en la provincia de Salamanca.